Cubierta de Pentesilea |
PENTESILEA
textos de Fernando Figueroa
SINOPSIS: 2010, Madrid. Gloria vive presa de su pasado y de un futuro incierto. Para escapar de la angustia, se enfrascará en una tesis doctoral sobre el rock en Vallecas. Gracias a ello, conocerá a una serie de personajes enraizados en el asfalto, entre el crepúsculo y el amanecer, la ilusión y el desencanto, el fracaso y el triunfo, con los que Gloria compartirá sueños, frustraciones, traumas y heridas pese a pertencer a épocas distintas. En especial, seguirá el rastro de dos bandas míticas, ya desaparecidas, que intuye podrían reunirla con su madre ausente: Pentesilea y Crines de Caín.
Pentesilea es una historia ficticia, una tragicomedia urbana, agridulce y sucia a ratos, una alegoría que entrelaza mitología e historia, realismo y simbolismo, que usa el rock y el sexo como metáfora de los conflictos humanos y sociales.
Con la llegada del verano, he dado por cerrado este proyecto con el que, invocando el espíritu beatnik y bukowskiano, he incursionado a saco en la novela urbana y el realismo sucio por primera vez. También he de reconocer que hay ecos lejanos de la novela roquera Locura de vida de Iñaki Alvero, que considero la remota semilla conceptual de este libro junto a las entrevistas de revistas del estilo de Jot Down, entre otras, y que revolotea la impresión que me causó una entrevista de Juan Vicente Córdoba donde hablaba de la sexualidad ocultada y sórdida de los suburbios.
Ha sido una experiencia, cuando menos, atrapante como reto, haya o no haya conseguido ajustarme plenamente a las convenciones del género, y gratificante en cuanto que ha sido una exploración creativa que me ha resultado entretenida y satisfactoria. Además, ha sido un lindo pretexto para reencontrarme con un pasado de suburbio y progreso que contemplé con ojos de niño, ahora teñido por la nostalgia y tiznado por la decepción. Cuesta tanto asumir que aquellos años vitalistas y modernos sean ya historia como que fueron una ocasión perdida en todo su esplendor; reconocer que no fue ese punto de inflexión tan vibrante ni tan rupturista y seguro en sus regalos que creímos que era o que nos prometieron que sería. Así es la vida. Así es la historia. Hay que seguir la lucha por una vida justa, conscientes de las miserias sufridas y las que están por venir y habrá que superar.
Cuando el nativo veintesecular dice «Vallecas» o «Entrevías», muchas imágenes rebotan en su mente como esos guijarros que golpean el agua agitada de un arroyo. Una de ellas es la escena roquera de los setenta y ochenta, con formaciones míticas como Asfalto, Topo u Obús, locales con tanta solera como el Hebe o festivales como el Vallekas Rock. Otras rebotan sobre la revuelta superficie de un estanque, como la lucha obrera y vecinal, o contra las turbias aguas de un lodazal, como la represión franquista y el azote de la heroína. De todo eso y más está hecha la arcilla de este bajorrelieve urbano en el que hago coincidir a personajes de todo pelaje y condición con cariño y sátira. Una galería de situaciones tragicómicas y dramáticas que no pretende ser un retrato exhaustivo de corte sociológico ni una guía de conducta ejemplar, sino una recreación literaria de brújula y jardín, sin pretensiones de fidelidad, de parte de esa rica comedia humana que se despliega día tras día fuera de los libros, a nuestro alrededor, a pie de calle, al otro lado de los escaparates, enfrente de los espejos, en las retinas y el alma de todos.
El realismo, como es común en mí, dialoga con los arquetipos y los estereotipos fijados en la literatura y el imaginario colectivo. Al igual que el aderezo de personajes, sitios y acontecimientos inventados se solapan a la realidad histórica y mitológica con el interés de facilitar el deleite lector por sumergirse en la fantasía de la esfera literaria y aguzar su juicio crítico dentro y fuera de ella gracias al diálogo entre realidades y ficción. Por tanto, no es gratuito que la novela se titule Pentesilea, ya que la trama refleja ese reiterado choque de fuerzas con visos ancestrales y antropológicos que no nos abandona, ese pulso humano contra el destino y los tabúes sociales, esa confrontación entre cosmovisiones con diferentes lecturas acerca de lo ideal y lo grotesco, de lo apolíneo y dionisiaco, de lo masculino y lo femenino. Reflejos que animan a debatir sobre el futuro de la sociedad y la cultura, sobre la interrelación vivificadora y agónica entre hombres y mujeres, sobre lo imposible y lo jamás soñado, sobre lo justo y lo inevitable. Al tiempo, todo el texto está salpicado de recuerdos infantiles o adolescentes y de remembranzas fruto de la documentación que, pasado todo ello por el tamiz de la imaginación y hasta del esperpento, buscan crear un espacio-tiempo propio dentro de esta porción de ficción literaria que desarrollo, acogido a ese derecho que tenemos todos a huir o afrontar la existencia con nuestra creatividad.
Finalmente, diré que Pentesilea muestra la historia de una mujer, Gloria, que transita a través de laberintos propios y ajenos, sufre el acosó de sus rencores y sus remordimientos, está en lucha permanente contra minotauros y unicornios que odia y ama al mismo tiempo, incapaz de arriar la vela blanca o la vela negra en su regreso al paraíso perdido porque no sabe si va o viene, si tiene o no tiene, si es o no es, si vive o sobrevive en un mundo adverso, insatisfactorio, injusto, cruel y absurdo. Gloria busca la verdad, su verdad, entre falsedades maliciosas, engaños piadosos, sueños con pies de barro y pesadillas con alas de cristal.