SINOPSIS DE LA NOVELA: Mayo de 1984. En una casa baja del barrio de Entrevías se producen fenómenos extraños. El suicidio del dueño de la casa obliga a Tralla, un baterista de heavy metal y admirador de Aleister Crowley, a desentrañar el misterio que se oculta detrás. Guiado por la Providencia, reunirá a un grupo de valientes: un formalito, un tocapelotas, una virgen, una fresca y un mudo, que lo acompañarán en su odisea de ultratumba. Todos juntos, se enfrentarán al mal que anida en el interior de la tierra y que amenaza con dominar el mundo. A ritmo de sexo, drogas, rock y magiak, descubriremos los secretos ancestrales que las viejas leyendas de Vallecas esconden.
Toda creación bebe de otras y no voy a ser yo el que niegue que la originalidad emana de la tradición como la compota proviene de la huerta. En este caso, Expediente Bélmez tiene, entre otras influencias culturales, palpables y latentes, la del cine y la televisión de los ochenta y de un poco más lejos. Empecemos a enumerar esas películas o series cuya huella —incluso sus clichés que no parecen clichés— se deja sentir entre sus páginas, al menos para la generación del baby boom a la que pertenezco y sin menoscabo de introducirse en una historia la mar de original que sorprende y divierte al lector por partes iguales.
El club de los cinco (o The Breakfast Club) es una película de 1985 para adolescentes que disfruté en su día por muchas cosas. La principal es que se trataba de un conjunto de personajes variopintos y problemáticos conviviendo forzosamente en una situación de encierro. En mi novela, y en mis novelas, la coralidad es importante. No me gustan las historias que se consagran a la exaltación del héroe individualista, me parece algo falso e irreal para alcanzar el éxito sin dejar cadáveres por medio. En Expediente Bélmez, tenemos un grupo de adolescentes de barrio, cada cual con su propia personalidad e idiosincrasia y que, entre tiranteces o afinidades, se irán conociendo y harán piña para conseguir salirse con la suya frente al reto que se les avecina. Ese «solo no puedes, con amigos sí» en clave de asfalto.
Los Goonies es otra película de 1985 a tener en cuenta. Igual que en la anterior, tenemos a un grupito con distintos talentos que se conjugan en bien del colectivo, pero que, a diferencia de ella, aquí la realidad cotidiana abre una puerta a lo extraordinario. Los protagonistas de Expediente Bélmez, jevis y poperos, son unos vallecanos que viven y sienten el barrio y que, de la noche a la mañana, se encuentran inmersos en una aventura espectacular que pone a prueba su lealtad, el control de sus hormonas y el compromiso con la causa.
Poltergeist es una película de 1982 que vi en el instituto. Difícil verla, siendo de Entrevías, y no establecer alguna clase de paralelismo entre esas urbanizaciones suburbiales de casitas blancas made in USA y los poblados dirigidos del franquismo, la noche y el día en cuanto calidades y prestaciones pero muy sugestivos en cuanto a saber cómo se han levantado y sobre qué. Por supuesto, algunos de los componentes de esta compañía de aventureros que exploran el Más Allá tienen sus dotes psíquicas.
La torre de los siete jorobados de 1944 es la referencia más antigua y la más castiza de todas. Sin duda, el lector entenderá la conexión una vez avance en la historia. Aquí no les voy a decir nada más salvo que no hay jorobados y que ningún pueblo puede escapar de ninguno de los episodios de su historia y de su leyenda, y aquí en Vallecas hay mucha historia y mucha leyenda.
Otro referente evidente es Dragones y mazmorras (Dungeons & Dragons), serie de 1983-1985, emitida en TVE en 1985. Si sumamos todo lo dicho antes, salen las cuentas hasta el punto de poder decir que cada uno de los personajes deExpediente Bélmez encarna algún arquetipo guerrero o mágico que se ven obligados a desarrollar para cumplir con su misión en su lucha compartida contra el mal.
Cerramos con una serie británica —de las muchas que de misterio, suspense o fantasía completaban la parrilla infantil de los años setenta y ochenta—, Dentro del laberinto (Into the Labyrinth) de 1980 a 1982, emitida en TVE en 1981 y 1982. Una serie cavernosa y con viajes en el tiempo, con un grupito de tres chicos inmersos en una aventura en la que se confrontan mágicamente las fuerzas del bien y del mal perpetuadas siglo tras siglo, con objetos mágicos por medio.
Con todo esto, percibimos que una novela ochentera no tiene por qué no tener sustancia, como tampoco la cultura pop o el folklore urbano. Es más, toda recreación histórica necesita afincarse en el imaginario de esa época para conectar con una generación de lectores que han vivido esos tiempos. Al menos se intenta.
Me
esperaba esa falta de lealtad de algunode
estos que me rodea, de los que están en mi radio de acción, en mi
esfera de influencia, pero no de ti, te lo juro. Sí, sí, no
bajes la mirada. ¡Te pillé! En fin,
me iba aenterarde
todos modos por muchos rodeos que dieses. ¿No te dabas cuenta
de que te seguía? Claro que te dabas cuenta, descarada.No
le demos másvueltas
porque, si no, será como darte cuerda e invitarte a llamarme tirano.
¿A que te gustaría, eh? ¿No me llamaste así otras
veces?Eres
tan punzantey
fina como patilarga y picaflor, tu amiga. Ah,
¿que no lo sabías? Sí, la que te sigue siempre,la
segunda de abordo, esaque
te quiere tanto que no te deja respirar. ¿Crees que te
tiene aprecio? Te la ha jugado. ¡Sí! A
esa loquita le gusta el mismo que a ti. Se vecon
él cada hora, mientras lo recibes cuando me marcho, cuando
salgo en punto a hincar el cayo porque para mí hay todavía cosas
sagradas, como el trabajo. ¿Qué pensabas, que no me lo
cruzaría?
Pero si
se paseaba
siemprepor encima
de mi cabeza con cara pardillo, cantando mis méritos como si
fueran los suyos, nada másle
abrías la puerta como si te faltase el aire, como si te ahogase la
rutina. ¡Menudas pájaras! ¡Y menudo cuco! ¡Un día cazo al pollo, lo clavo ylo
paro
todo! Espera y lo verás.
Este microrrelato responde a la convocatoria de participación en el reto Es el tiempo de la espera, propuesto por el blogEl Tintero de Oro. Reto que consiste en:
Escribir un microrrelato de 250 palabras donde la espera sea la protagonista o el detonante de la historia.
Bien, pues 250 palabras clavadas de nuevo que, espero, conformen una composición satisfactoria para el auditorio lector como veces anteriores. Recordemos que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Ya de paso, aquí os dejo el enlace de mis anteriores microrrelatos para El Tintero de Oro:
Sabía
que me la jugarías, que me lastimarías sin cargo de conciencia, sin
el menor remordimiento, sin el menor rubor, sin ningún titubeo, sin
explicaciones, a sangre fría, como las mujerzuelas que juegan con
los hombres y coleccionan corazones rotos. Leí tarde las señales.
Cuando te veía callada, creía que te me insinuabas. Cuando me
mirabas aburrida, pensaba que fantaseabas con que tomara la
iniciativa. Cuando me mirabas con desdén, que me ponías a prueba.
Cuando cerrabas los ojos, te imaginaba soñándome. Sin embargo,
jamás derramaste una lágrima por mí, ni soltaste una risita, ni
una sonrisa siquiera. Tampoco me gritaste enfadada, ni murmurabas a
mis espaldas. Más bien, eras la indiferencia toda, pasabas de todo e
ibas a tu bola, te hacías la tonta cuando te preguntaba la hora o te
caías de la cama a la mínima para huir de mis caricias y de mis
besos. Si al menos hubieras mirado a otros, a otras, si hubieras
fingido placer al penetrarte con el peor de los teatros, entusiasmo
sin disimulo al dejarte sola. No me dejabas nada claro y me lo
estabas diciendo todo. Llevabas escrita en la frente la palabra
«problemas», pero no la leí. No leí el manual de instrucciones
que trae consigo humanizar a las cosas. Solo me habían enseñado a
cosificar a las personas, las mascotas y las plantas, y, en ese
despiste, había perdido la oportunidad de agarrarme a mi envoltorio
y fundirme contigo en un eterno festival de plástico, látex y
silicona.
Este microrrelato responde a la convocatoria de participación en el reto ¡Música, maestro!, propuesto por el blogEl Tintero de Oro. Reto que consiste en:
Escribir un microrrelato de 250 palabras sobre el desamor.
Bien, pues 250 palabras clavadas de nuevo que, espero, conformen una composición satisfactoria para el auditorio lector como veces anteriores. Recordemos que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Ya de paso, aquí os dejo el enlace de mis anteriores microrrelatos para El Tintero de Oro:
SINOPSIS DE LA NOVELA: 2010, Madrid. Gloria vive presa de su pasado y de un futuro incierto. Para escapar de la angustia, se enfrascará en una tesis doctoral sobre el rock en Vallecas. Gracias a ello, conocerá a una serie de personajes enraizados en el asfalto, entre el crepúsculo y el amanecer, la ilusión y el desencanto, el fracaso y el triunfo, con los que Gloria compartirá sueños, frustraciones, traumas y heridas pese a pertenecer a épocas distintas. En especial, seguirá el rastro de dos bandas míticas, ya desaparecidas, que intuye podrían reunirla con su madre ausente: Pentesilea y Crines de Caín.
Pentesilea es una historia ficticia, una tragicomedia urbana, agridulce y sucia a ratos, una alegoría que entrelaza mitología e historia, realismo y simbolismo, que usa el rock y el sexo como metáfora de los conflictos humanos y sociales.
Detrás de toda novela hay un conjunto de referentes que se manifiestan expresa o sutilmente en su contenido. En este caso, abordaré algunos que afectan a la construcción de la protagonista de la novela urbana Pentesilea, Gloria, explicando de qué manera se establece dicha relación.
En primer lugar, tenemos dos referentes musicales: el tema«Gloria» de Van Morrison y el grupo Them (1964), versionada y convertida en un éxito mundial por Patti Smith (1975); y el homónimo «Gloria» de Umberto Tozzi y Giancarlo Bigazzi (1979), con sus faldas en el aire. Cuya resonancia, evidentemente, se liga a su nombre propio, un nombre cargado de ironía en ocasiones o exultante de la épica de los perdedores en otras.
Quería que el mensaje de la canción de Van Morrison, underground, temerario, al límite, inmolador, liberador, y la fuerza interpretativa de Patti Smith se vinculase con la protagonista, convertida en una heroína sin espada, una guerrera sin bandera que camina por la jungla urbana entre fieras de todos los colores y sabores, en busca de preguntas y respuestas que den sentido a su mierda de vida. En el caso del tema popularizado por Umberto Tozzi, su alusión está implícita en un episodio donde las faldas y lo que se oculta bajo ellas adquieren una lectura dramática que contrapone la ligereza de los ritmos poperos con la rudeza y pesadez reflejada en el hard rock y el heavy metal.
En otro orden, contamos con referentes cinematográficos. Inevitables películas que, por una u otra causa, se quedaron retenidas en mi mente por su simbolismo y que atañen al imaginario femenino y su relación con una masculinidad hostil o perversa.
Repulsion (Roman Polanski, 1965) es una película que me impactó muchísimo cuando la vi en televisión y creo que pocas han reflejado de un modo tan descarnado y visualmente poético la enajenación de una víctima infantil de abusos sexuales. Este aspecto está latente y se sugiere en mi novela del mismo modo que Polanski lo sugiere en su película, por medio de la inclusión de tics o manías y pistas gráficas. No obstante, Gloria no cae en la deriva hacia desequilibrio mental y la desconexión de la realidad de Carol. Deambula entre la confusión y la inseguridad, la negación y la autodestrucción, la ilusión y la superación. Afronta sus fantasmas y combate contra sus monstruos desde el silencio del secreto, y aguarda una redención de sus pecados que no vendrá de ninguna otra persona más que de ella, aunque encuentre por el camino ayudantes que le indicarán, queriendo o sin querer, por donde debe ir para poder vivir algo parecido a una vida alejada del dolor.
Candy (Christian Marquand, 1968) es una comedia que explota el filón comercial de la contracultura de los sesenta y reconozco que me enamoró por su fantasía, desparpajo y estética, con un fuerte peso de lo musical. Se configura como un viaje iniciático de autodescubrimiento que plantea las vicisitudes que acarrea en una mujer heterosexual una entrega incondicional a los hombres en un mundo eminentemente machista. La trama emula el Cándido de Voltaire o a una especie de Lazarilla del amor, aunque con una protagonista que apuntala su inocencia en un candor carnal rollizo, una trama con aires hippibudienses, una pléyade de arquetipos que alcanzar el esperpento y una buena dosis de hedonismo y delirio que, hoy en día, adquiere un tono nostálgico y ve aumentado su toque provocativo. Ese deambular entre masculinidades tópicas y típicas, arrebatadas por la lujuria, pero más cargado de dramatismo y sujeto al realismo, o el tema de la cosificación de la mujer como un objeto de deseo al que alguno quiere despojar de voluntad para capricho o suplemento propios están en Pentesilea.
En otra vertiente, la revisión un tanto gamberra del imaginario jevi, que realizo en algunos momentos y que, sinceramente, se puede llegar corta frente a la realidad del rockosmos, toma bastante de This is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984), un falso documental en clave de comedia. Porque, eso sí, Pentesilea es una tragicomedia rockera con sus refrescantes momentos de relax y diversión. La idea de mezclar ficción y realidad ya me viene de antaño; hasta de plantear la ucronía, y aquí insisto en esa fórmula creando dos grupos ficticios que dejaron huella y legado en el rock español: Pentesilea y Crines de Caín; y algún otro grupo, otro rockero, otro álbum, otro tema, otro letra, otra sala, otro festival, otro concierto, etc. En el fondo, creo que la novela ha sido un pretexto para darme el capricho de diseñar un logo metalero chachi.
No por fácil o trillada, también puedo comentar la influencia del folclore o la mitología en la configuración de esta comedia humana y urbana. Se hace referencia, por ejemplo, al cuento de Caperucita Roja, en el emparejamiento de Gloria con su abuela, la figura del camino largo y corto o la configuración de algunos varones en depredadores de la inocencia o lo que quede de ella. Obviamente, la novela está plagada de alusiones mitológicas, como al Minotauro, la Odisea, o la encarnación en distintos rockeros, simple o mezcladamente, de dioses mundanos o caídos del panteón griego: Efesto, Hermes, Ares, Dionisos, Atenea, Artemisa, Afrodita, Hécate, Apolo, Zeus... Todo muy diluido en un crisol de contemporaneidad y agitado con la respectiva mitificación y corpus legendario que alimenta la historia del rock.
Por otra parte, me gustaría señalar, dado el fuerte peso del diálogo en formato de entrevista, el referente periodístico o antropológico. Horas de bareto he llenado leyendo entrevistas de figuras de la farándula o del mundo de la música, en especial del rock. En este sentido, la revista Jot Down ha sido una fuente de inspiración innegable, cuyas entrevistas he disfrutado como un enano, hasta el punto de querer emularlas a mi estilo y desde la ficción en las páginas de esta novela. El rol de la protagonista como doctoranda, investigadora universitaria, me ha permitido desarrollar un conjunto de conversaciones que, en el fondo y en su teatralización, también beben de mi propia experiencia en el trabajo de campo entrevistando y observando a informantes de lo más variopinto en sus modos y maneras.
Hay muchos referentes más, sutiles o notorios, pero estos son los que por ahora me permito compartir. Espero sirvan como pequeño acicate para la lectura o para la escritura y que sean prueba de la fundamentación de mi imaginario literario en ese poso difuso y rico de la cultura popular pasada por el centrifugado de la cultura de masas requetecapitalista que nos bombardea a diario.
SINOPSIS: Tras haber sido invitado por Ignacio Marín a participar en la tercera edición del Vallekas Negra, festival de novela negra y social, servidor hizo acto de presencia el día 6 de febrero para hablar de su trayectoria y sus libros, en especial los incluidos en dichos géneros. La presentación estuvo a cargo de la escritora, traductora y música Ana Grandal.
Lo que prometía ser una jornada de festejo se amargó por la noticia, esa misma mañana, del fallecimiento de mi amigo, paisano y lector beta Manuel. Estuve con él en Navidades contándonos las novedades de nuestras vidas corrientes y molientes. Me dijo que andaba leyendo Pentesilea y que le estaba gustando mucho —y no era un lector fácil, por eso quería que me leyese y me criticase— y me anunció también que iba a ir a verme al festival para animarme. Hasta me lo confirmó con un correo unos días antes. Sin embargo, al final no pudo ser. Llegaba justito, se conoce. Murió el día antes, por la tarde. A lo mejor estuvo allí y no le vi. Es otra posibilidad. Era una hombre de palabra, sincero y con buen humor. El acto era en el barrio, le seguiría pillando cerca. Sea como sea, le siento alrededor cuando me pongo a escribir.Siempre fue un apoyo y seguirá siendo una inspiración.
Imaginad el trance, mi apuro ese día. Yo que me las prometía muy felices, con ganas de compartir el momentazo con gente nueva y los amigos que han estado ahí aguantándome y dándome aliento, acompañándome en mi crecimiento como escritor y artista, incluso como persona, y uno muy apegado se me va dejándome un vacío, un vacío muy gordo porque uno escribe para los demás y, en especial, para aquellos que reconocen su valía y conectan con su estilo y mundo interior. Me consolé con la presencia de otro amigo, paisano y lector fiel, Juan, que me acompañó en la jornada, y de la gente que asistió al acto, muy entusiasta del festival. Hay que rodearse de gente buena y vivir momentos positivos.
La presentación de Ana Grandal fue trabajada, cálida, se notaba que es una persona que ama la literatura, el arte, y que está enraizada en la cultura popular, en Vallecas. Hablamos de muchos temas, hasta de mis libros sobre grafiti, en especial de los referentes al barrio. Tuve ocasión de mentar incluso a mi abuelo y la deuda que tengo con él en el desarrollo de mi vocación por las letras y por tomar su testigo literario. En general, la conversación fluyó en un tono cordial y distendido que permitió conectar cada uno de los libros conmigo, atender su genealogía creativa y hacerse una idea del tipo de contenidos y estilo que podían ofrecer cada uno a los lectores. Como detalle del buen rollito, se procedió entre nosotros dos al trueque de libros de rigor y cortesía de autor a autor.
Se cumplió el principal objetivo —y agradezco al Vallekas Negra por ofrecerme la oportunidad de alcanzarlo— era poder tener una plataforma lucida, cuidada e independiente para difundir la existencia de mi obra. En este caso, se añadía también la misión de visualizar el talento creativo que abunda por los andurriales vallecanos, aunque me quise mostrar más bien como un exponente más del talento que alberga y representa al malafamado pero dignísimo barrio de Entrevías, territorio y encrucijada peculiar dentro del Vallekosmos contemporáneo.
La presentación tuvo que agradar si atendemos al hecho de que nadie abandonó la sala y a la respuesta frente a la mesa de venta, pues se vendieron un manojo de libros. En concreto, el público se sintió interesado por Kómete a los rikos, Pentesilea, Los pistoleros o el caso Hamster, La caída o el caso Edipo, Expediente Bélmezo Pompinas. A la espera estaré de sus opiniones lectoras, que la retroalimentación es vital para el progreso artístico; más incluso que el vil metal.
Seguramente, hizo mucho jugar en casa y poder plantear ciertas claves que facilitaron la conexión con los convecinos. Más que escritor de barrio, allí estaba como escritor del barrio, con todo la responsabilidad y poderío que eso representa. Por supuesto, había mucho ganado en el terreno de la pasión de la lectura, que amalgama más que el mercurio, y me pareció entender que estaban presentes participantes del club de lectura de la librería La Verde y autores embarcados en el género negro, lo que se dice un público incondicional.
En definitiva, me lo pasé bien en la medida en que me sentí escuchado, arropado y atendido. Una grata experiencia que llevaré en mi corazón. No obstante, ha sido mi primer festival literario, de concurrencia con gente trillada y de renombre, y creo que eso debe marcar o, al menos, constituir un hito memorable en la carrera de cualquier escritor emergente y talludito.
Por si fuisteis y queréis recordarlo o no estuvisteis y queréis verlo, aquí os dejo la grabación realizada por el Ateneo Republicano de Vallecas de la presentación. Un saludo y que la vida os sea alegre.
SINOPSIS: Tras seguir online y con sumo interéslas dos primeras ediciones del festival Vallekas Negra, dedicado a la novela negra y social, he tenido el honor de ser invitado por Ignacio Marín a participar en su tercera edición. Este escritor, periodista y creador del festival, tuvo la gentileza de darme la oportunidad, como autor vallecano, de hablar en público de mi obra, todos esos libritos que se han ido acumulando a lo largo de los años desde 2009, año oficial del inicio de mi carrera como escritor. En especial, hablaré de mis títulos encuadrados en el género negro, urbano y satírico. Eso creo. Me abro a la iniciativa de la persona que me presente y a la improvisación.
Reconozco que estoy nervioso. Es mi primer festival. Mi primer festival asistiendo como invitado, para hablar de mis libros, ahí es na. ¿Qué se comentará de ellos, pobriños? ¿Los destaparán sin piedad, los deshojarán como pendones o condenarán a la guillotina en toda su pulposidad? ¿Qué me preguntarán desde arriba y desde abajo de la mesa? ¿Estaré brillante respondiendo o aburriré lo justo? ¿Resultaré convincente, acabaré sobreactuando? ¿Estaré a la altura del ramillete de artistas participantes, de un festival que corona su tercera edición? ¿Se me subirá a la cabeza la experiencia? ¿Representará un hito reseñable en mi progreso, será el culmen de mi carrera? ¿Venderé algo? Mira que si los acabo regalando todos arrebatado por el deseo de dejar huella. ¿Recordarán al menos mi nombre o el título de alguno de mis libros? Algunos son muy chulos.
Por si acaso, he repasado mentalmente mi trayectoria y el contenido de mis creaciones para no quedarme en blanco y parecer un impostor. Un par de bolsacas con ejemplares variaditos rematarán mi equipaje y despliegue. A una mano se escribe, a dos manos se mercadea. Las ocasiones hay que aprovecharlas, que nunca se sabe si se repetirán. Hay tan pocas oportunidades de encontrar un público selecto y receptivo, un público objetivo perteneciente al nicho de la literatura negra y social. Así que mejor que no falten los suministros por si acaso.
Listos para el desembarco
Por lo demás, cierto que estoy acostumbrado a hablar en público y a formar parte de una mesa hablando de esto y lo otro, lo mío y lo ajeno. Por ahí creo que no hay ningún problema pese al desentreno. Pero hablar de literatura, la literatura que uno cocina, no es igual que hablar de una disciplina científica, de una materia, de un ensayo, de lo que está en manos de otros, de dar una clase o compartir una opinión sobre un tema..., es hablar como de tu familia, de tus hijitos, de los que eres responsable pero no del todo, pues desde que se publican tienen su vida propia y te pueden meter en líos sin quererlo, a veces por accidente. Hablar de ellos, además, no es igual frente a los que los han leído y frente a los que no los han leído, unos los conocen o creen conocerlos, otros no tienen de ellos más idea que la conjetura o el prejuicio una vez se les han presentado por fuera. Por otro lado, es como abrirte en canal desde la experiencia propia, empezando por la cabeza, como pasó con Zeus, a mazazos y sin anestesia. El camino hacia la sabiduría no es solo cosa de maña, exige un esfuerzo titánico.
Sin duda, lo que tendré presente todo el rato será a todas aquellas personas que me han apoyado y ayudado a divulgar mis libros. Pienso en Mirari Bueno y su radiofónico Con Todas las Letras, en los blogs El Gato Trotero, Interrobang, El Tintero de Oro, La Vida desde el Lago, Rustis y Mustis Leen, Devoradores de Mundos, Mediocres del Mundo, Un Libro en un Tris, Pinzón Azul OnLine, Anika entre Libros, Escriboleeo, Mucho más que un Libro...; en las youtubers Elena G, Nikky Udall o David Lee Libros, en La Buena Digestión de Radio Círculo, en las librerías Feli de Fuenlabrada, La Librería de Mérida, León de Puebla, Aluche Graffiti Store, Swinton, Bajo el Volcán de Madrid o La Esquina del Zorro y Laurel de Vallecas que acogieron mis presentaciones o mis libros de ficción autopublicados, o el café El Fin del Mundo y La Casa del Barrio de Carabanchel Alto; en mis lectores beta, en colegas escritores y artistas, amigos, convecinos y parientes..., a mi abuelo Eugenio, escritor del pueblo. Alguno vendrá a verme, para animar, ¡qué bien! A esto súmale todo lo leído y visto por cine y televisión salido de otras mentes creativas. En fin, nunca se hace uno solo, sino junto a los demás. Nos debemos unos a otros.
Emplazado
Mira que he soltado la chapa y me he arropado de buenas vibras, pero el temor a desilusionar sigue ahí. Ya no cuento con la vitalidad y el ingenio del veinteañero para deslumbrar al respetable y, aunque todos seamos parte de un mismo organismo y la empatía impere, el acojone permanece porque en este festival han estado participando figuras de gran calado o elevado nivel, lo que me impone, quiera o no. Como muestra, pensad que después de mí estarán esa tarde en una mesa redonda autores de la talla y el bruñido del citado Ignacio Marín, Paco G. Escribano, Layla Martínez, Belén Gopegui o Joaquín Recio.
Quizás me esté agobiando también jugar en casa. Habrá a quien la circunstancia le relaje, pero a mí no. Siento como si tuviese que demostrar que he bien nacido y he sido bien parido en esta matria chica, que la cantera local a la que pertenezco tiene aptitudes para el oficio, sin complejos frente a aquellos que salieron de colegios de elite o contaron con padrinos de renombre. Es difícil ser alguien hecho a si mismo, ya que a veces puedes salir contrahecho por un exceso de sesgo macetil o enfoque silvestre. En fin, toca asumir una especie de papel representativo entre lo ejemplar y lo vernáculo, y con lo que resulte de la comparecencia tendré que apechugar de acera en acera, que del barrio no escapa ningún figurín residente tan alegremente como las figuras visitantes. Ser escritor de barrio es un reto de dimensiones cósmicas.
En las ondas del Bulevar
Es complejo resaltar en este mundillo porque ya se sabe que ningún artista es el mejor mánager o vendedor de sí mismo salvo sonoras excepciones, entre el umbral de la fotogenia y el reverse del sensacionalismo. Me basta con sentirme escuchado el tiempo que toque, incluso más que leído. Yo soy yo y mis libros son ellos mismos. Los libros tienen su propia voz, encuentran sus propios oídos, viven su vida, hacen sus amigos, se tuercen o enderezan, ya lo insinué antes. Los gestas y amamantas y, al cabo de los años, ya ni los reconoces del estirón que han pegado, y resulta ridículo que trates de reivindicar algún derecho sobre ellos más allá del reconocimiento de la paternidad o maternidad.
Dicho esto, nos vemos el jueves 6 de febrero, por la tarde, aún de día, que la luz avanza sobre las sombras por estas fechas que da gusto. Si no nos vemos, ya os contaré cómo fue.
Seamos sinceros, las mujeres-globo o pompinas ya existían como iconografía antes de que yo naciese, aunque no respondiesen a esos nombres ni a otros que me he inventado: eólides, eólicas, concubinas de Kirth, buaym, bejigaym, samaritanas de las montañas, suspiros de Dios, pucheros del Santo Niño, querubines de la Virgen, doncellas de los cielos, brubujas, burbrujas, pompinas, puella globae, aeroglobae, wogobles, womglobs, balloon-girls, boob-boob, globas o globitos. Por mucho que las nombre de mil maneras, como diría la canción, non l'ho inventato io.
Desde el siglo XVIII
Desde que se inventaron los aerostatos coincidiendo con cierto bombo en la alta costura del siglo XVIII, la cultura visual se ha poblado de globos-mujer o mujeres-globo ocasionalmente —también hombres-globo— porque, no me lo negarán ustedes, es una estampa graciosilla y chocante, por cuanto se genera un contraste entre masa y volumen, objeto volante y ser animado. Siempre nos maravilla todo lo que sea gordo y ligero, desde una pompa de jabón hasta esa esponjosa nube cargada de agua pasando por la teta de nuestra madre o nodriza. Todo lo redondo y ligero es signo de alegría y apetece apretarlo o llevárselo a la boca.
En el XIX
Mi aportación se ha concentrado, pues, principalmente en la creación de una génesis, taxonomía y desarrollo del imaginario literario de las mismas por medio de historias y cuentos. Convertidas en unos seres fantásticos con una entidad distinguida y un retrato sólido a la par que el resto de criaturas ficticias masculinoides o femeninoides consagradas culturalmente (o comercialmente, según se considere), ya puede afirmarse que, con dignidad, forman parte de los criptobestiarios contemporáneos o las neomitologías posmodernas. Las pompinas son ya materia literaria.
Por supuesto, un reto así exige empaparse de las mecánicas culturales que están detrás de la gestación, conformación y consolidación de los símbolos o los mitos y leyendas. Es adecuado, incluso, entroncar con tradiciones pretéritas, el alma fantasiosa de nuestro tiempo y, lo más importante, no tener apuro en que se note lo justo y necesario. Pero ojo, sin pastichismos ni aberraciones sincréticas o bricoculturales. La imaginación nos provee de materiales que han de tratarse con tacto creativo y mimo recreativo con un propósito de ensanche, apostando por la diversidad dentro de un canon, y de fortalecimiento del género o el arte mediante la gestación de variables coherentes.
Es así porque sin un buen apoyo en un cuerpo cultural reconocible (alto cultural, popular o de la cultura de masas), si nos abandonamos a vaguedades y simplezas, ocurrencias del montón, si aceptamos la ignorancia como herramienta de trabajo y el azar como método, si despreciamos las fórmulas que han hecho fortuna, si no conectas con el cuerpo de necesidades expansivas del ser humano de ayer y de hoy, no esperes generar un producto de largo recorrido y, mucho menos, original. Toda literatura tiene una genealogía y representa una rama más del árbol cultural que dará a luz nuevos retoños. Toda literatura es un patrimonio común abierto a la participación activa y colectiva.
Mesa de ginecoglobólogos o pompino followers
La prueba de un feliz parto creativo es la adhesión y el seguimiento. Es gratificante lograr que los lectores de textos o imágenes se entusiasmen con un personaje y su caracterización y que lo asuman como iconos culturales de pleno derecho. Lo maravilloso es que, además, lo hagan propio y contribuyan con sus propias contribuciones, como pasaba con todos aquellos invitados a las presentaciones que organicé y que contribuyeron a hacer crecer a estos seres imaginarios, ficticios, flotantes o voladores, que anidan en nuestras cabezas y corazones, y con sus propias interpretaciones y variaciones sobre el tema con probada verosimilitud. Solo ya falta que se diluyan en el imaginario colectivo y el pueblo las adopte y disfrute antes de que la industria del espectáculo las envase, adultere, estandarice y dosifique.
Por eso, os invito a que os familiaricéis con ellas, a que las conozcáis y a que las incorporéis a vuestras conversaciones, imaginarios o sueños. Seguro que os regalarán buenos ratos en soledad o compañía.
SINOPSIS: ¿Cuántas veces te ha apetecido zamparte un rico y, por no saber cocinarlo, te has privado del capricho? Ahora tienes la ocasión de aprender a prepararlo como un profesional y quedar como un señor ante tus amigos. Fue Adolphe Thiers quien derribó definitivamente los tabúes alimentarios cuando parafraseó a Jean-Jacques Rousseau diciendo aquello de «quand le peuple n'aura plus rien à manger, il mangera le riche». Sea o no sea lo uno o lo otro una atribución real, una fantasía apócrifa, se dijo una gran verdad: los ricos están bien ricos, de toma pan y moja y échate una buena siesta. Siglos de selección y buena crianza los han convertido en una auténtica delicia al alcance de muy pocos y una tentación en tiempos de necesidad que reclama la colectivización de su disfrute. Un recetario con cuarenta recetas de ayer y de hoy que sacudieron el mundo. Un viaje a la gastronomía oculta. ¡Plutófagos del mundo, uníos!
Mientras andaba enfrascado en la redacción de un nuevo título de la serie «Historias vallecanas», me surgió la necesidad de tomarme un paréntesis. Ya sabéis, te encallas y, aunque la novela parezca rular y contar con un cierre convincente, tira de la sisa en algunos capítulos y no acaba de cuajar. Así que es hora de un reposo, un reposo activo y distractorio.
En ese trance, como bajas la guardia, te asalta una idea, una buena idea. Normal, la cabeza no para y, predispuesto como estás a surcar nuevos mares creativos, te viene una de esas inspiraciones ocasionales que se te clavan en la sesera pidiendo salir a golpes de martillo. En cierto modo, este libro es un hefesto secundario de otro proyecto que en paralelo tengo entre manos pero en el campo del ensayo académico, faceta literaria que mantengo al margen de este blog. Imbuido por el análisis de la evolución de distintas ideologías en el marco universitario, los avatares políticos españoles y europeos del último siglo y viendo lo que se está cociendo en todo el planeta con el aumento de la desigualdad y la pobreza, esta obra parecía, más que oportuna, obligada, y más que un acto de rebeldía un acto de desahogo de las tensiones vivenciales con visos de divertimento intelectual.
Hoy en día, el lema «cómete a los ricos» ha adquirido una relevancia exagerada. Es una frase muy potente con un peso específico que va más allá de la gracieta. Seguramente, tiene ahora la misma potencia, o casi casi la misma, que cuando se pronunció en el siglo XIX. Volvemos a escenarios tan espeluznantemente parecidos a la Inglaterra de Dickens, la Francia de Voltaire o la España de Galdós o Valle-Inclán que se te pone la piel tan de gallina que te dan ganas de bañarte con agua caliente para hacer caldo. Así que... ¡Qué mejor que darle cancha a la expresión a ver qué juego literario da de sí desde la sátira, esa salsa de los ofendidos que no aceptan pasar por tontos ante sus opresores!
Este recetario satírico—coherente con el carácter simbólico del lema, aunque suene literalista por eso de las recetas— se compone de un texto introductorio y cuarenta recetas, entre entrantes, primeros platos, segundos y postres, con los que recorremos la historia de las revoluciones progresistas: antifeudales, liberales, republicanas, socialistas, comunistas o anarquistas. Partiendo del ensayo-ficción, toco ahora el recetario-ficción, salpimentado con toda clase de tópicos y puyas, en el que retrato con ironía nuestra sociedad, planteo la reescritura de la historia (destapo el esperpento de la realidad) o resalto la comicidad del absurdo existencial. Personalmente, ha sido un recordatorio de mis años de carrera, cuando estudiaba Geografía e Historia, y en concreto del disfrute de leer libros como Uñas azules, jacques o ciompi, de Mollat y Wolff, o asistir a las clases de Medieval, Moderna y Contemporánea donde se hablaba en profundidad de esas conmociones sociales encabezadas en el cartel por la Revolución francesa o la Revolución rusa como hitos protagónicos y exponentes máximos del fin de un tiempo y el comienzo de otro.
Primera página del menú
Los que me conocen saben que hasta para escribir la lista de la compra me documento, así que alrededor de este proyectillo no ha faltado rebuscar materiales para darle a la fantasía un cuerpo sólido en pos de la verosimilitud de lo imaginado o recreado. No ya en lo histórico, sino en lo que atañe a la vertiente gastronómica, que es el 55 % de este proyecto. Así que entre los programas de Arguiñano, los libros de recetas o los tutoriales caseros, me he puesto las pilas en la historia, la teoría y la práctica pucheril para saber como describir unos platos de ricos muy ricos que sean creíbles e increíbles y que te hagan la boca agua. Se ha evitado el anacronismo en lo posible, pues algunos ingredientes tienen fecha de nacimiento aparte de la de vencimiento; y se rescatan algunas personalidades relevantes de la historia de las cocinas, mezcladas con personajes ficcionados o de ficción, como es de rigor en este género satírico. También, se advierte, para los alérgicos, los alérgenos plutogástricos que tiene cada plato, no sea que tengamos un susto cuando más feliz se tiene que estar, que es en la hora de comer.
Espero que nadie malinterprete mi libro como una apología del canibalismo, nada más lejos de mi intención. La antropofagia debe permanecer en un plano símbolo palpable, no como una realidad masticable. Tampoco ha de verse como una apología de la caza o la domesticación del rico más allá de la ley, pero sí como un tirón de orejas a lo Jonathan Swift contra su obscena ansia de acaparamiento a saco y su falta de escrúpulos éticos para llevar el ascua a su sardina por su santo morro o sus gordos talones. Los artistas no podemos, aunque sea por mera sensibilidad pasar del dolor o el horror que nos rodea, tenemos de algún modo que hacerlo nuestro para, por lo menos, reírnos de ello y paliar la agonía. El humor absurdo es un aplacador efectivo del pánico que suscita el sinsentido de este mundo loco donde la maldad se alía con la mediocridad y la crueldad. Por lo demás, ni vence ni ataja, solo insufla esperanza o inspira ponerse a buscar soluciones.
Primera página de la introducción
Finalmente, indicaré que ha sido un libro rapidito, un «aquí te pillo, aquí te escribo». Entre la concepción, la redacción, la corrección y la maquetación, habrá sido un mes de trabajo. Si lo llego a hacer de fast food, lo hubiese completado en diez días, pero se trata de recetas de primera categoría, algunas bastante complejas de elaborar (sí, están verificadas y catadas, que lo suyo es hablar con conocimiento de causa). Aun así, tenéis a vuestro alcance un libro rotundo, de premio, imperecedero, heredable.
Como pasa con la cocina, son los escritores entrenados los que te pueden preparar un libro sabroso, fácil de masticar, tragar y digerir con altos aportes nutritivos en un tiempo razonable. No lo intenten en casa si no cuentan con conocimiento y experiencia, ni ponerse a juntar letras ni ponerse a mezclar ingredientes. No todo el mundo vale para escribir de ricos ni para cocinarlos.
Que les aproveche la lectura y la comida, que todo ello engorda al ser humano. ¡Buen apetito!
En junio de 2015 se publicó la primera edición de Mujeres-globo, mito o realidad. Desde entonces ha llovido lo suyo y lo que debía de haber llovido y no llovió. Como pasa con todo lo que se hace viejo, conviene darle un repasito para ponerlo al día. Así que se ha procedido a revisar y corregir su contenido —básicamente, leísmos y gerundios innecesarios, seamos sinceros—. Con ello, se reedita en 2024 este título mítico del género balonmaniaco o pompinófilo. Ese área de la fantasía criptozoológica a la que pocos han tenido acceso por temor a quedar enganchados de por vida a su ventolera.
A modo de muestra, regalo la lectura de otra de las treintaidós historias que componen el libro. Una tercera entrega para amenizar la canícula veraniega, después de Los cuentos de Allison Parker y La ballooin de Irlanda.
Un saludo y que disfruten de la lectura.
A LA CAZA DE SU FORTUNA
de Fernando Figueroa
William
y Sonya Smithson decidieron aventurarse en lo que consideraron el
negocio de su vida, al reclamo de un anuncio publicado por el Ohio
Chronicle.
En él se ofrecía una sustanciosa recompensa de 5000 dólares por
capturar viva una pareja de balloon-girls
y la entregase en el parque zoológico de Chicago. Deseosos de dar un
giro a su vida, dejaron su hogar y se desplazaron en carro
recorriendo más de doscientas millas hasta entrar en los bosques de
Pennsylvania, para luego después alcanzar en su infructuosa búsqueda
los bosques de Maryland y bordear la costa atlántica.
William
había
sido
un suboficial de artillería de la Unión. Licenciado tras el fin de
la guerra, tenía serias dificultades para integrarse en la vida
civil. Ella había perdido a un hijo varón en el frente y a una niña
más pequeña a causa de una disentería. Tras el retorno de su
marido, hizo todo lo posible para que no se sintiese fuera de ese
nuevo mundo que precisamente había ayudado a construir con su
sacrificiomientras,
desgajado por dentro, este se mortificaba por no tener a su lado, en
el cobijo del hogar, lo más querido para un padre.
Faltos
de recursos, habían
estado viviendo
de lo que daba un pequeño huerto y de una exigua pensión. Cuando
Sonya cayó enferma, los costes médicos les pusieron al borde de la
inanición. William se sumía en una atroz angustia. Una semana
después, por fortuna, Sonya empezaba a recuperarse y William
recobraba el aliento al leer ese
anuncio que le ofrecía la posibilidad de ocuparse en algo para lo
que se creía de sobra capacitado. Cambiarían por fin su suerte. Lo
vendieron todo y compraron un desvencijado carromato con una vieja
mula torda, una caja de provisiones, un rifle Henry, cuarentacartuchos,
redes y cepos.
Ahora
contemplaban la costa oceánica, de nuevo sin nada que llevarse a la
boca y acarreando meses de penalidades. Comprendieron lo fútil de la
idea de esforzarse cuando no se obtiene ninguna recompensa e,
impulsados por la desesperación, decidieron poner fin a sus vidas.
William cargó su rifle con sus dos últimas balas y acordaron que
ella sería la primera en caer y él, el segundo. William apuntó a
Sonya que lo miraba con ojos tristes recordando el parecido de su
difunto hijo con su padre. William a su vez miraba el semblante
apagado de Sonya y añoraba la sonrisa de su pequeña hija. Así
estuvieron unos segundos hasta que un ligero globito plateado
descendió del cielo y se interpuso entre sus dos cabezas. Sobre el
globito había un cuerpo chiquito con dos brazos cruzados y una
cabeza mofletuda que les ojeaba con acusado enfado y malestar.
William
y Sonya se quedaron inmóviles, como si estuvieran sumergidos en
arenas movedizas, sin saber qué hacer ni qué decir, haciéndoles
los ojos chiribitas, pendientes de lo que ese rostro ceñudo les
quisiese comunicar. Entonces, tras pegar un agudo chillido y ponerse
en jarras, ese ser habló, se dirigió a ellos por su nombre de pila
en un tono severo y maternal: ¡Will!,
¡Sonya!, ¿os parece bonito? Ahora mismo os dejáis de tontunas y
cogéis con brío
la red que lleváis en el carro. Tiradla cuando baje la marea al
borde de esas rocas que se ven ahí, junto a ese tronco caído, y
estirad de ella sin pestañear siquiera. ¡Estamos?
Nada más decir la última frase, se alzó hacia lo alto del cielo y
se dejó empujar por la brisa en dirección a las montañas.
William
y Sonya bajaron los ojos, abochornados, y se miraron entre sí
atónitos por lo sucedido. Como anochecía, esperaron acurrucados en
la caravana al relente del mar, acumulando fuerzas para cumplir con
el mandato. Con los primeros rayos del alba y la marea baja, sacaron
la red y la echaron en el punto exacto donde la balloon-girl
les había indicado que la tirasen. Juntos, fueron estirando de ella,
con esfuerzo, pues estaba enganchada a algo de gran volumen. Un
pesado bulto surgía de las aguas, arrancado de sus removidas
profundidades. Tras una serie de fatigosas brazadas, Sonya se fijó
en que se asemejaba a un cajón de madera. William al ver más claro
que era un baúl, tiró con más bravura, hasta que por fin estuvo lo
bastante cerca como para alzarlo sobre la roca. Costó horrores
auparlo.
Tenía
un tamaño aproximado de cuatro palmos de largo por dos de ancho, más
tres de alto. Su cerradura tenía un candado bastante corroído por
el agua salada del mar. Nada tenía escrito en su exterior, salvo
unos signos fundidos en el metal de la arqueta que apenas se dejaban
ver entre las algas y las lapas. William dio con la culata del Henry
tres golpes contra el candado, el metal cedió fácilmente. Dejó el
arma en el suelo y sacudió a patadas la tapa con el fin de
desencajarla. Al levantarla descubrió un tesoro fantástico,
compuesto por talegas de cuero con monedas de oro, perlas y piedras
preciosas, además de cuarenta lingotes de plata y joyas.
Entonces
descendió del cielo la balloon-girl
y agarró del interior del baúl un anillo de oro con una reluciente
esmeralda, farfulló unas incomprensibles palabras y se marchó de
allí tan pancha, canturreando una animosa canción ante la atónita
mirada de los Smithson. Estaba claro que les había usado para sacar
aquel tesoro del agua, aunque
se limitase luego a tomar solo su parte, su parte proporcional de
aquel pastel. Seguramente, había en esas costas más tesoros, pero
ellos también tenían bastante, tenían de sobra. Habían recibido
una parte más que justa en compensación a todo su esfuerzo, así
que decidieron, impulsados por la esperanza, que era hora de
compensar sus desvelos, de que otros tampoco siguiesen sufriendo en
balde haciendo que la vida acumulase con ellos una impagable deuda.
Lo
empaquetaron todo y regresaron a Columbus, donde compraron de nuevo
su casa, más una finca de treinta
acres. Missus
Smithson fundó un hospicio para niñas huérfanas y un albergue con
su comedor para indigentes, mientras que míster
Smithson se dedicó al negocio de la fabricación y exportación de
material pirotécnico. Su especialidad eran las ruedas de fuego, las
luminarias rojas, blancas y azules, las palmeras verdes, los anillos
dorados y sus impresionantes cebollitas chillonas.
La imagen es una atribución ficticia (atribución original: Artillery Private and Wife, J. S. Young, Washington, 1864-66, Library of Congress), como también es ficción el hecho narrado.