Cubierta de la edición de Edhasa de 2003. |
REFERENTES DE LA SERIE
DE HARRY MAESNOW (4)
de Fernando Figueroa
SINOPSIS DE LA SERIE: Bienvenidos a las aventuras y tribulaciones del agente de la Honorable Policía Metropolitana de Rabishpool Harold Maesnow. A finales del siglo XIX, en la Baja Inglaterra y en pleno declive de la era victoriana, Maesnow tratará de combatir el crimen y de sobrevivir a sus problemas familiares, la agitación política, la liberación sexual y la intensidad de su relación sentimental con la actriz Molly Grapes. Un hardboiled neovictoriano que será la delicia de los amantes del género, donde el misterio, la acción, la crítica social, el humor y el sexo se dan algo más que la mano.
Un libro que me impresionó mucho y que influyó en la incubación de esta serie fue Gangs de Nueva York. Bandas y bandidos en la Gran Manzana (1800-1925) de Herbert Asbury (1927), que leí en la edición de la editorial Edhasa de 2003 con gran entusiasmo. Al margen de la película basada en uno de los episodios recogidos en él, esta crónica de la historia neoyorquina (por el siglo XIX hasta 1927) cuenta mucho más. Realiza un retrato sin tapujos, de largo recorrido y profundas raíces acerca de la criminalidad de la gran urbe y modelo de acogida, esperanza y prosperidad que fue la ciudad de Nueva York. Una auténtica trampa para emigrantes y paletos, y nido de ratas de todo grosor, postín y calaña. Una Babilonia de largos tentáculos sedienta de sacrificios humanos. Por algo salió de allí pitando Lovecraft y Woody Allen toca el clarinete para apaciguar a la bestia.
Sin duda, si en alguno de los títulos de la serie de Maesnow se deja notar su huella con mayor esplendor, ese es Las viudas o el caso Gutenberg. Por cuanto, la figura del motín, la tensión xenofóbica y las maniobras especulativas están más que presentes; lo que nos remite a la narración que hace Asbury del motín de los Dead Rabbits y la batalla de los Seis Días, aunque haya diferencias, notables, por supuesto. Rabishpool no será Londres nunca, pero tampoco, y mucho menos, Nueva York. No, no lo será. No se crean que, porque tenga puerto y barriadas como Little Italy, Menhoodland, Spanich Town, la Kasbah, Chinatown... o pandillas como los Knacker Boys, los Athenas Lads, los Piamontinos, los Naples Kids, los Garibaldi, los Esparteros, los Chapelas, etc. —sí, sí, también me impactó el The Warriors de Walter Hill—, el que se lo recuerde significa que Rabishpool sea el Nueva York del oriente atlántico, con su Little Italy, Greenwich Village, Harlem, Chinatown, etc. Hay algo que se llama sincronía, y se da habitualmente entre la realidad y la ficción, y si no se lo creen, pues hacen bien, que a la viceversa es más difícil.
Cubierta desplegada de la edición de Alfred A. Knopf, Nueva York, 1927. |
Edición de Alfred A. Knopf, Nueva York, 1928.. |
Asbury fue un periodista, escritor, veterano de la Primera Guerra Mundial y enemigo de la hipocresía moral de su época, que se especializó en el periodismo de sucesos y se zambulló especialmente en los entresijos de los bajos fondos, así como sus conexiones con los cuerpos policiales, la política, el establishment y las altas esferas. Natural de Misuri, estado fronterizo, entre el Norte y el Sur, no se limitó a cubrir la cartografía neoyorquina, sino que también hizo lo oportuno con Chicago —¡cómo no!— y San Francisco —¡claro que sí!—, aparte de dejar una rica bibliografía y una prolífica serie de artículos para deleite de historiados y exploradores de lo mundano. Y es que la historia de los Estados Unidos de América está tan construida en negro sobre blanco como escrita con sangre y sudores fríos; está plagada de genocidas, asesinos, ladrones, traficantes, estafadores, cabroncetes y golfillos del montón (también chicas malas, muy muy malas, requetemalas, más malas que un dolor de muelas en San Valentín), hasta el punto de resultar fascinante para los amantes de emociones en cuerpos ajenos y tierras extrañas.
Edición de Avon Publishing Co, Nueva York, 1950. |
Edición de Capricorn Books, New York, 1970. |
La lectura del libro es atrapante —para mí lo fue—, pues aviva el apetito sensacionalista y la curiosidad cientificosocial del lector, que morbo y datos tiene por un tubo —Asbury fue un auténtico cazador de informantes y, sin duda, fue hábil ratón de hemeroteca y biblioteca—, y es sugerente en lo creativo, literariamente hablando en mi caso, que no soy un Luis Candelas niño leyendo La vida de Lazarillo de Tormes. Así que... Sí que sí. Algo tendrá este libro cuando se ha reeditado tanto y ha inspirado a artistas de las letras, la palabra y la imagen. En fin, si quieren entender un poco mejor que lo neoyorquino o lo victoriano tienen más de una faceta, una arista y un filo, léanse de añadidura este bestseller, ya clásico, de la literatura true crime, de fluida lectura y largo poso. Quizás aprendan algo más que a malvivir: a sobrevivir, por ejemplo, que no es lo mismo.
Aventuras y tribulaciones de Harry Maesnow