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| Cubierta de Pentesilea |
PENTESILEA
FRAGMENTOS (2)
textos de Fernando Figueroa
SINOPSIS: 2010, Madrid. Gloria vive presa de su pasado y de un futuro incierto. Para escapar de la angustia, se enfrascará en una tesis doctoral sobre el rock en Vallecas. Gracias a ello, conocerá a una serie de personajes enraizados en el asfalto, entre el crepúsculo y el amanecer, la ilusión y el desencanto, el fracaso y el triunfo, con los que Gloria compartirá sueños, frustraciones, traumas y heridas pese a pertencer a épocas distintas. En especial, seguirá el rastro de dos bandas míticas, ya desaparecidas, que intuye podrían reunirla con su madre ausente: Pentesilea y Crines de Caín.
Pentesilea es una historia ficticia, una tragicomedia urbana, agridulce y sucia a ratos, una alegoría que entrelaza mitología e historia, realismo y simbolismo, que usa el rock y el sexo como metáfora de los conflictos humanos y sociales.
Para abrir boca, aquí selecciono un fragmento de la novela Pentesilea, para que el lector se haga una idea de su contenido. Además, sirve de microrrelato.
FRAGMENTO DEL CAPÍTULO II: EL TRALLA
—Oye, cuéntame eso que querías contarme al principio.
—¿Lo de por qué me fui de Arcabuz?
—Sí.
—Igual es algo largo.
—No importa. Tampoco tengo prisa.
—Pues fue por un lío de faldas. Ya te habrás dado cuenta de que para ligar soy un as y se puede decir que he sido muchas veces el primero en la vida de muchas chicas. Que a esa edad yo era un pipiolo guapo guapo, que se me rifaban las tías, que me las tenía que quitar a manotazos de lo pesadas que se ponían conmigo, que no se despegaban de mí ni para irse a cagar, y resulta que le hice gracia a la novia del Lorenzo, tanto que se moría porque la follara viva. Era para ella como una fantasía sexual, ¿sabes? Me tenía siempre en sus pensamientos, día y noche. Y un día que paramos en una gasolinera, el Lorenzo y el Paco van y se bajan, que se van a mear juntos, eran superamigos, como hermanos, y nos quedamos ella y yo solos en el coche. Imagina, con lo colada que estaba por mí y lo salida que era. Al rato, la tipa que se me abre la blusa, deja sueltas las domingas, se despatarra la muy guarra, no llevaba bragas la jodida, y que me empieza a meter mano por el paquete mientras me pasea el chichi por los ojos, y yo to cortao porque no me lo esperaba y soy muy pudoroso donde me puede ver alguien. Pues nada, imparable: que tronca, qué haces; que tronca, estate quieta, que mira que tu novio está ahí meando… y a ella que todo eso la ponía más y más burra, que no paraba de retorcerse y de frotarse contra mi paquete, de despeinarme la melena y de comerme la boca. Entonces veo por el rabillo del ojo al Lorenzo salir de los servicios y a los otros bajar de la furgo y que se va a liar, que se va a liar que se lía; y voy y la meto un bofetón de antología para frenarla y que no nos pillen tonteando. Y mira tú por dónde, que no se da por enterada, que eso no la sujetó y que la bofetada como que la puso más cachonda todavía y se me corre viva como una perra delante de mí, sin tocarla ya, ella solita, a su aire, y yo, pues eso, que de verla correrse que me ruborizo y me corro también en los pantalones. Fue como las cataratas del Niágara, no te exagero. Me corrí por la pata abajo con solo verle la cara de gusto que ponía la muy zorrona. Buf, se me pone de punta con solo recordarlo. Y es entonces cuando vemos que el Lorenzo se para a hablar con estos y nos recomponemos a toda prisa porque no queda otra. El Lorenzo asoma por la ventanilla y nos pregunta: ¿queréis cocacola? Y le decimos que no, que no tenemos sed. Se mete en el coche y entra el Paco. Los dos ya están metidos en el coche y, al minuto, nos ponemos en marcha, y dentro del coche, pues que... que fluía un aroma a sexo que echaba pa tras. A la altura de Ocaña, el Paco le suelta al Lorenzo: te la cascaste bien en la gasolinera. Y el Lorenzo le dice al Paco: creía que habías sido tú. Y a la Nati que le entra la risa floja y yo que me cago, que me puse pálido y to, que me dio un chungo malo malísimo… Él se cosca y pega un volantazo que nos saca de la carretera y que casi nos empotra contra una valla publicitaria. Mete el freno de mano y se gira en el asiento gritando: ¡cabrona, ya me lo has hecho otra vez! Niñato, ¿cómo me haces esto? ¡Te vas a cagar, hijoputa! ¡Te vas a enterar de quien es el Loren! Sale, abre mi puerta, me engancha de la chupa, me saca del coche y me fostia a lo bestia en el careto y en la tripa. Me fisuró una costilla de la mala hostia con que me daba y porque aprendí a apretar abdominales de cuando iba a kárate que, si no, me deja sin bazo. Luego me dejaron tirado y arrancaron, ¡adiós muy buenas! Para Villatobas que se marcharon y la tronca descojonándose con las manos entre las piernas, mirándome por la luneta con una sonrisa de oreja a oreja como si la cosa no fuera con ella. Estaba como una chota. Eran una pareja muy rarita. Para mí que era bollera y él, maricón. Si no, no me lo explico, no me explico que durasen tanto tiempo juntos.
—¡Vaya película! —Gloria estaba alucinando con esa anécdota que parecía sacada de un cine X de los setenta.
—Pues sí. Como esas, muchas. Menos mal que un camionero se apiadó de mí y me trajo para Madrid. ¿Vas a contar esto en tu tesis?
—Puede si encaja en algún sitio... Dentro de un enfoque sociológico podría ser.
—Claro, claro, tú misma, pero ¿no pondrás nombres? He visto que en algunos sitios se ponen iniciales. Mola más.

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