jueves, 23 de mayo de 2024

EN LA FERIA DE PUENTE VALLECAS

 




EN LA FERIA DE PUENTE VALLECAS

fotos y vídeo de Michel Rolland



SINOPSIS: Gracias a un compañero de letras, puede contactar con los coordinadores de la caseta de Autoedición de la Feria del Libro de Puente Vallecas, y así poder inscribirme y participar en su octava edición. Esta experiencia revertirá en un cúmulo de recuerdos y reflexiones sobre las ferias libreras como autor-vendedor y lector-consumidor.

 

Siempre me ha hecho ilusión verme en una caseta recibiendo a los lectores de mis libros; espíritu hogareño. De niño no era raro que me llevasen a ver la feria de El Retiro o la de Recoletos, aunque en esta última no se firma, que son libros viejos y de ocasión, sin más valor añadido que el paso del tiempo. Suma a esto, el placer de deambular por la Cuesta de Moyano y otros mercadillos similares con más, menos o ninguna solera. En fin, el ambiente bullicioso y colorido de los mercadillos libreros me ha resultado grato y estimulante desde pequeño y transitarlos fue un acicate más para mi afición por la escritura o la ilustración.

Lo cierto es que se aprecia ese tipo de eventos como pruebas de la consagración profesional del escritor, y, en tiempos, era una preciada circunstancia para conocer en persona al autor e intercambiar unas palabras, con o sin dedicatoria por medio. Contacto que podía aportar algún que otro beneficio extra, como se mostraba en la película El verdugo, de Berlanga.

En mi caso, participar en la feria de mi barrio me hacía especial ilusión, aunque una primeriza experiencia en la feria de El Retiro, en la caseta de Maidhisa, por gentileza de la editorial Minobitia, no fue muy apoteósica que se dijese, sencillota hasta el aburrimiento. Vamos, que me dio la bajona pese a pasarse por allí unos pocos conocidos y amigos. Y es que la Feria del Libro de Madrid se queda muy ancha para los autores nóveles que publican en editoriales chicas y carecen de eco mediático como de esa fama interna que hay en todos los mundillos culturales. Por eso, fue una sorpresa muy grata saber que los autopublicados o autoeditados teníamos un huequito en una feria de distrito. Saberlo y ahí que fui a apuntarme.

Hay que reconocer que es una iniciativa estupenda en unos tiempos en que esta fórmula de publicación es pujante, y así fue que percibí una alta demanda de participación. En cada turno había de tres a cinco autores, y eso es muy positivo, pues cada cual tocaba géneros, temas y estilos de lo más diverso y había dado alas a su vocación literaria por causas de lo más diverso. Como la compañera Ana Torres, que compartía en su libro la triste experiencia de perder a un bebé.


que chiquitito me veo (M. Rolland)

Imaginad lo rico de charlar entre nosotros y compartir visiones y experiencias, además de intercambiar información, hacer terapia, comprarnos libros o trocarlos. Hubo momentos muy lindos, hasta compañerismo o conciencia de clase, como decimos los hijos de la democracia cuando nos unimos para afrontar los escollos económicos. Vender en grupo y recomendarse unos a otros es todo un ejercicio de hermandad recreativa y humildad lucrativa. En ese arte, junto al buenrollismo, Patricia Duró era un as. Un saludo y un aplauso para esta autora de romance erótico.

También fue curioso reencontrarme con Daniel Collado Azorín, un peculiar autor de Carabanchel, o ver a una escritora y madre conciliando, con su bebito y marido, la venta de sus libros pese al tiempo tan desapacible que nos hizo; participante fuera de programa, y es que hubo enganches de última hora. A esto súmale las visitas de los colegas o reencontrarte con viejos amigos de los que habías perdido la pista. Solo por eso, vale la pena.


en las ondas del Bulevar


Pero vamos a lo que vamos. Las ferias no solo son ventas y firmas, saludos y promesas, por muchas que sean, que no es mi caso, sino también presentaciones, y eso ya fue el lujo. Que se permita presentar libros autopublicados o autoeditados y en plena calle, en máximo abierto, es toda una pasada. Para bordar la ocasión, invité a Mirari Bueno, con quien colaboro en su programa de radio Con Todas las Letras con mi quijotesca sección La Saavedropedia, a que me acompañase en su calidad de filóloga y seguidora de mi trayectoria literaria. Fue una exposición grata y distendida, donde considero que se reivindico el talento que se cría y habita en los barrios de periferia y, en especial, de Entrevías o Vallecas. Por supuesto, también se habló de Expediente Bélmez, una novela urbana, paranormal y erótica que se desarrolla en Entrevías y aledaños, y en muy buenos términos:



Como he dicho antes, también anduve por allí como lector. En medio de ese ambiente barriero, cosmopolita y multicolor, de luces y sombras, asistí a presentaciones, ojeé puestos y estuve de terracita. De aquello me llevé para casa dos títulos: El relojero y la muerte de Sheila Moreno Griñón, fantasía urbana, y Plan Z de Emilia da Silva, novela contemporánea, por simpatía, curiosidad y compañerismo, que hacer una buena presentación ha de tener su recompensa si se ofrece un material de calidad. Me quedé con las ganas de llevarme más títulos, pero el bolsillo aprieta y limita la expansión de la voluntad con férrea y sabia dictadura, vistos los estragos que genera la sociedad de la abundancia. Demos una oportunidad a las bibliotecas públicas o al préstamo de tú a tú.


el escritor debe dominar la palabra


En general, me ha quedado un buen sabor de boca, participar en la feria me ha dado impulso para proseguir en esta senda, tan dura como otras sendas culturales y artísticas, y se me han despertado las ganas para reengancharme otro año, a ver si la montamos más gorda y regalamos hasta marcapáginas con caramelos.



miércoles, 1 de mayo de 2024

EL TIEMPO HACE ORO

 




EL TIEMPO HACE ORO

Microrrelato de Fernando Figueroa


Era la hora. Todo llega si se sabe esperar. Lo primero que hice fue darle cuerda al reloj, antes mismo que levantarme de la cama. Me avié con cuatro pingos y salí sin peinarme para no entretenerme más de la cuenta. Allí estaba encabezando la cola, asegurando la oportunidad, contando los segundos y regocijándome por tener a mis espaldas decenas de personas. Estaba seguro de que nada me iba a impedir hacerme con esa suculenta oferta que me iba a permitir gozar más todavía de mi tiempo libre.

No sabía qué había sido más ridículo: cómo me enteré de la ganga o la misma oferta de tres por uno con el precio rebajado y pago en doce cómodos plazos. Era eso y presentar un impreso con mis datos personales, efectuar el primer plazo al contado y dejar que me hiciesen una foto para ponerla en un anuncio.

Al instante de abrirse las puertas, de postrarme en el mostrador y sacar una sonrisa de satisfacción, pronuncié el eslogan de la campaña, por si acaso. Fue un acierto. Me regalaron una bolsa de tela con el logo de la empresa.

¡Qué bueno! Cada uno era de un color diferente. Uno, el azul, era igualito al que había lucido la estrella de cine esa en el programa de entrevistas aquel. El verde sería para , para gastarlo en público, el azul lo coleccionaría y el azul lo revendería el año que viene, o al siguiente, o al otro, sería para la vejez avanzada.


 

Este microrrelato responde a la convocatoria de participación en el reto A vueltas con el tiempo, propuesto por el blog El Tintero de Oro. Reto que consiste en:

Escribir un microrrelato (250 palabras) en el que el tiempo esté presente como eje del relato.

Bien, pues 250 palabras que, espero, conformen una composición satisfactoria para el auditorio lector como otras tantas veces.

Ya de paso, aquí os dejo el enlace de mis anteriores microrrelatos para superar los retos propuestos en El Tintero de Oro:


El ganador se lleva todo

Ver de primeras

Asunto de familia

Sancho el Deditos