martes, 16 de abril de 2024

TIEMPO DE CHAT

 

Cubierta de Tiempo de chat, vol. 3


TIEMPO DE CHAT

DON JUAN DE LAS TECLAS

textos de Alberto Gálvez

ilustraciones de Fernando Figueroa



SINOPSIS: C. y V. son dos amigos en los umbrales de los cuarenta.

C. vive con su madre, mide dos metros y, aunque su peso es un misterio, creemos que ronda los dos quintales. Era el «rarito» de clase. En la actualidad, se dedica a reparar ordenadores y, paradójicamente, abomina de cualquier cosa dotada de display o teclas —a excepción del piano—. Lector de Friedrich Nietzsche, mezcla suigéneris de mesías y bufón, profesa una devoción «inefable»  por su amigo V. V., ligón, materialista y pragmático —o, por lo menos, él desea verse así— ha pasado toda su vida de él hasta que la soledad y las circunstancias les reúnen de nuevo para convertirlos en un tándem perfectamente reconocible. Quijote y Sancho, don Juan y criado, se mueven ahora entre los molinos de viento de la postmodernidad y del ligue cibernético.

 

Con Alberto Gálvez me une el amor por el teatro y también por la cultura y la literatura. Anteriormente, antes de sumarme a ilustrar el imaginario de Tiempo de chat, había colaborado con él realizando dibujos para cordeles de ciego, atrezo o logos para diferentes proyectos teatrales, pero en este caso entramos en una fase más ambiciosa: ilustrar una obra literaria que, por cuyo volumen, se publicaría en tres partes, y que podría ampliarse a heptalogía si los hados fueran propicios (que material tiene Alberto para parar un tren).

Autor, esperpento e ilustrador.

¿Por qué una obra tan extensa? Porque Tiempo de chat se funda en y sintetiza años y años de experiencias del autor en el proceloso mundo de las redes sociales de citas. Un tesoro, novelado hasta el esperpento y con el encanto del «basado en hechos reales», de incalculable valor testimonial, sociológico, psicológico, sexológico y, francamente, divertido. Una ventana a la trastienda eroticosentimental de la sociedad española del siglo XXI, que asoma como un manual secreto del ars amandi por vía digital, idóneo para cuarentones y cincuentones con ganas de disfrutar de las mieles y amarguras de las teclas y los plasmas.

Sin duda, Tiempo de chat es un libro iniciático.

Disfruté mucho elaborando el aspecto de los protagonistas y los personajes que pueblan sus páginas, esbozando cada una de las treinta y tantas viñetas de esta peripecia existencial con ribetes de epopeya ciberhumanista. La ejecución de las ilustraciones partía de las indicaciones escuetas pero precisas de Alberto, quien me concedía, por lo demás, bastante manga ancha a la hora de interpretarlas a mi modo y estilo. Sin duda, gocé de su confianza tras el resultado exitoso de las colaboraciones precedentes y se reafirmó ese vínculo sagrado entre guionista y dibujante, comitente y artista, que ha hecho del arte un agradable pasatiempo y nutrebuches.

C. y V., los protagonistas.

Lo principal de la tarea fue coger el tono, trabajar un estilo caricaturesco a blanco y negro que se acoplase convincentemente a la visión desinhibida, canallesca, hasta satírica y a veces onírica de un relato al borde de lo irreal o, mejor dicho, revelador de lo increíble que habita por debajo de lo normativo y conocido, un cosmos de intimidades donde se suspende y reformula lo considerado normal desde la escuela, la religión, la legislación o la televisión. La vida es una caja de sorpresas en código binario. Sin duda, el atractivo de poner imagen a las fantasías del cotidiano más arcano estimularon mi creatividad y mi interés por la alegoría para poder transmitir las enseñanzas sobre el ser humano surgidas de las experiencias de un vividor de ojo crítico y lengua punzante.

Otra de las aventuras de V.
Una de las aventuras de V.












Creo que las ilustraciones constituyen un rico complemento a un texto plagado de atractivas imágenes literarias o sugerentes reflexiones, y ayudan al lector o la lectora a sumergirse más aún en esos fragmentos ficcionados de la pertinaz comedia humana. Enriquecen y subrayan el tono chispeante, culto y vulgar, de unas vivencias tragicómicas, cuyas enseñanzas siguen el modelo clásico de maestro-alumno, experto y aprendiz, con ecos quijotescos y donjuaneros, hasta dantescos en este viaje a las esferas que componen el infierno digital de nuestro día a día. En fin, a todos los efectos, es un manual de supervivencia y una guía de viaje para los exploradores de las emociones humanas en buena o mala compañía, vamos, lo que toque.

Para cerrar el proyecto, también diseñé la cubierta con variaciones cromáticas para cada uno de los volúmenes: verde (1), azul (2) y violeta (3). Así mismo, diseñé el logo de la autoeditorial, Ediciones Pirata. ¿Qué más? Ah, sí. La maquetación también es mía, así como los fallos tipográficos si los encuentran.


Cubierta de Tiempo de chat, vol. 1



Castellano

Tres tomos
318/ 293 / 324 páginas
15 x 23 cm
Tapa blanda




4 comentarios:

  1. Sin palabras!!!! Maravilloso!!!!

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  2. ¡Hola, Fernando! Bueno, primero felicitarte por dominar tantas artes, además de la escritura. Los dibujos que muestras denotan un estilo propio y coherente para la novela. La portada con ese tipo entrando en la red, un poco rollo Matrix, queda niquelá.
    El planteamiento de la trilogía también me ha llamado la atención, es un mundo que desconozco, pero además parece que se muestra con humor y con la verdad real, no esa verdad cosmética y bienqueda empalagosa que se muestra en TV y las redes.
    Además, lo muestra desde la perspectiva del hombre. Algo que empieza a ser de agradecer por aquello de visibilizarnos un poco, je, je, je... Un abrazo!!

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    1. Sí, la verdad es que el relato es muy masculino, sensiblemente masculino; lo que creo que es también una invitación a las lectoras para saber un poco más de la pluralidad masculina y femenina que profesa el ser humano. Por supuesto, el "basado en hechos reales" se sublima en un imaginario no exento de alegoría, de humor y aroma a bajada a los infiernos, lo que me parece una excelente herramienta para aprender de la vida y las relaciones humanas sin los quebrantos de la tragedia o la superficialidad del tic-toc digital. Sin duda, una vida vivida, como la de Alberto Gálvez, da para muchas historias puestas con negra agudeza sobre la blancura del papel. Puestas en fila, llegarían a la Luna haciendo una parábola unas cuantas veces. ¡Saludo!

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